domingo, 14 de diciembre de 2008

ENTRE VINOS Y TREPADERAS



El otoño caló de frío mi chaleco de hilo. La ciudad ha comenzado a llenarse de luces, de personas con bolsas y de paraguas a punto de abrirse. La vida interna, las puertas cerradas, el humo en los puestos de castañas… todo camina lento, calado en un frío que apaña sin abrigo y que encoge a ratos los músculos de mis hombros.

El sonido de la radio, al compás del limpia parabrisas, los niños, los abuelos, las madres y las vecinas. El frío nuevo, de una ciudad recién estrenada, el paralelismo de las fechas en ciudades distintas pero habitadas. Los pasos de cebra, el semáforo que parpadea en verde, miradas anónimas, escaparates cálidos y pocas sonrisas… bufandas en boca, guantes y sombreros.

Dentro de casa, este otoño huele a incienso, las copas se han teñido de vino tinto y se han encendido todas las velas. La chimenea amenaza coquetea con ganas de candela, y mi cuerpo, que no es menos, se enreda en historias, como siempre enredadas…

A lo lejos el parque, amarillo, naranja y marrón, en mi estómago mensajes de amor, de promesas y de miedos… mi vida hecha un fado, llena, feliz, tranquila… mi vida en prosa, real, en poesía y verdadera.